viernes, 14 de agosto de 2015

Sortilegio

Amanda no resistió más. Intentó todo. Cambió sus gafas de marco grueso, depilación laser, un leve alargamiento de pestañas y extensiones, de esas que se agregan al pelo y lo hacen ver disparejo y sin vida. En apariencia, eso no bastaba. Miguel ya no era fácil de seducir, la esquivaba y su miraba se perdía en los contoneos de la que quisiera pasear con él en su moto.
 
La estrategia para remediar su desventura era el conjuro de "amor inquebrantable". El hechizo, lograba no solo que Miguel dejara de fijarse en otras mujeres, sino ligarlo a ella para siempre.
 
Una tarde, fue a la plaza de El Restrepo. Allá encontraría una tortuga miniatura, miel de salvia, dos puñados de azafrán y una onza de cúrcuma. Para completar la dudosa mezcla, debía añadir una foto de Miguel cortada en cruz. Tendría que licuar, verter el contenido en una taza de vidrio y dejarlo dos noches de luna nueva en el patio de su casa.
 
En el libro de conjuros decía claramente: a la tercera noche, deberá bañarse con la mezcla y un poco de agua tibia. Ella, tan olvidadiza e incrédula, se bañó a la cuarta luna. Entró la bella mujer a la tina y salió transformada. Un pequeño caparazón cubría su arrugado y elástico cuerpo.
 
Miguel llegó a su casa a recoger ropa y otras pertenencias que los novios intercambian. Al entrar, en el gran helecho junto a la puerta, había una tortuga que lo miraba fijamente. Asombrado por la presencia del animal, buscó a Amanda por cada rincón de la casa sin respuesta alguna. Saliendo, encima de la caja con sus chécheres, puso a la pequeña tortuga, pensando hacerla su mascota. Sería el único recuerdo vivo que tendría de su ex novia.
 
En un acuario, junto a un Beta, un Payaso y un pez Dorado, Amanda tiene una gran panorámica: el cuarto de Miguel, desde donde puede vigilar sus andanzas muy de cerca, sin temor a ser descubierta.

martes, 7 de julio de 2015

Inesperada

Si muero esta noche 
tal vez busque tu sombra
para dibujarla con mi indice izquierdo.

O te observe en la mañana
cuando tomes tu té
y te persignes al salir de casa.

Si muero en la madrugada
mi fantasma correrá como la luz por los cables
y llegará en forma de timbre a tu teléfono...

¿Hola? ¿Quién llama?
Y mi voz no podrá hablarte
ni me escucharás respirar.

Si me canso y muero en la tarde
ya no podré amarte
pero en las nubes estaré...
Y cuando llueva verás mi pelo
ensortijado que se desparrama.

De vez en cuando te sonreiré
y tu sabrás de mi presencia
cuando el olor a maracuyá
se cuele inesperadamente 
en la funda de tu almohada.

Para Diana de la Fuente
Junio 21 de 2015

jueves, 29 de enero de 2015

Sé feliz

Sé feliz siempre. 
No importa el miedo que tengas,
los desgastes del presente o la incertidumbre del futuro. 

Sé feliz en la lejanía o en lo próxima que esté tu nueva visita...
Sé feliz en el otoño.
Pisando hojas con olor a asfalto.
Y el ruido que hacen cuando tus pies las tocan.
Sé feliz con o sin estaciones. 
El olor a flores reivindica que la primavera está cerca. 
Y el frio concentrado de tu habitación
te hace extrañar las tardes calurosas del verano.

Sé feliz, en cada fruto que te da el universo.
Prueba con tu espíritu
todas las tonalidades de la madre tierra.
Y espera emocionada 
otro retorno del sol para seguir amando.

Que el amor y la felicidad
acompañen tu sonrisa 
que tanto extraño...

Que tu corazón sea la guía
él sabe perfectamente
hacia dónde debes ir.

sábado, 21 de junio de 2014

Poema Sanador

Que tu corazón te acompañe
en la salida del sol 
o cuando la luna te persiga en las noches de verano
esas calientes que te dejan el recuerdo
de tu abrigo olvidado en un vagón.

Que tu corazón te guíe
por caminos en donde pises hojas de otoño
y una sonrisa se dibuje en tus grandes ojos.

Que tu corazón te guíe.
Cuando la pasión disminuya
él te despierta y casi que te grita
...entonces tu amor propio empieza a recorrer nuevos caminos.

Que tu corazón esté siempre
pegado a tu pensamiento
porque ya no debes decir
"tengo razón" sino "tengo corazón".

jueves, 12 de junio de 2014

Te quiero

Te quiero
en desorden, al escuchar la lluvia
o una canción con acento francés...

Te quiero a deshoras o cuando apunta la madrugada.
Te quiero a oscuras, con mis pupilas dilatadas
por un cansancio extremo o la fatiga de la desconfianza.

Te quiero, ciega, pero con fortaleza...
esa que me alcanza para tener la dignidad
de no llamarte y nunca buscarte,
para que mi historia no sea igual
y entonces sanar.

Buscar la victoria desde el amor
y sin desesperanza.

Te quiero en desorden y a punto de llamarte
para escuchar tu sonora y cálida voz... 
que llena, alivia y deja entrecortados suspiros.

Tu canto tras la puerta o el temblor de mis piernas.

Da igual, ya no nos reconocemos.
Cada uno camina en paralelo... no coincidimos.

Te quiero, en desorden. 
Eso me hace perderte... y encontrarme. 

sábado, 8 de febrero de 2014

Sinfonía sin fin

“No le tengo miedo a la muerte, porque es una mujer”. Emilio “El Indio” Fernández.


La noche del dos de noviembre, Toribio recorría como cada año era costumbre, el centro de Coyoacán hasta llegar al cementerio. Con un  ritual casi mágico, disponía las flores de muerto en el sepulcro de su difunta esposa Maura Campuzano, (dueña de Yautepec, el vivero más grande de Distrito Federal), formando un círculo tupido y en la mitad, una gran vela blanca. Las únicas plantas que Toribio soporta después de la partida de Maura, son con las que cada año arregla cuidadosamente en su tumba.

En medio las ofrendas, de las luces calientes y amarillas que rodeaban el lugar, apareció una mujer casi de la misma estatura de quien había sido su compañera por más de 35 años. Estaba vestida con un traje azul petróleo y en su mano, un hermoso violín, que por el brillo de su material, reflejaba la luna resplandeciente en la profundidad del cielo.

‘Vendo canciones a 50 pesos’ dijo la mujer agachándose para alcanzar con su voz, el oído de Toribio. ‘No las necesito’ respondió sin mirarla. ‘Después de la partida de mi esposa, no escucho música… mi corazón se lastima fácilmente con cualquier tonada, por pequeña que sea’.

La mujer se hizo a un lado, esperando silenciosa y pacientemente a que Toribio terminara su ritual. Una vez la tumba quedó adornada con las flores naranja y algunas ofrendas como la comida y licores preferidos de su amada esposa, el hombre se fue caminando cerca a otros sepulcros agasajados con panes de muerto y bellas calaveras que representaban lo que el mundo inmaterial no permite volver tangible.

Al salir del cementerio caminó de nuevo por la plaza, atravesándola. Le llamó la atención, unas pequeñas luces que titilaban en el gran jardín de la esquina, justo al frente de su casa. Sin embargo, siguió con prisa hasta entrar a su escondite de balcones azules, en donde la soledad era perpetua.

Acostado en su cama, entre sueños escuchaba el sonido de un violín que entonaba la última canción que escuchó con su esposa, un día antes de su muerte:

“Niña cuando yo muera,
no llores sobre mi tumba,
cántame un lindo son, ay mamá…
cántame La Sandunga.

No me llores, no.
No me llores, no…
porque si lloras, yo peno.
En cambio si tu me cantas
yo siempre vivo y nunca muero…”

Un poco más despierto y en medio de la oscuridad, abrió atentamente los ojos, tal vez esperando con este gesto, afinar un poco más su oído. Se asomó al balcón y en medio de la calle iluminada, estaba la misma mujer tocando maravillosamente el violín… La música se detuvo y ella extendió su mano, sonrió y la movió de un lado a otro, en señal de despedida.


viernes, 7 de febrero de 2014

Neón

Anoche soñé
que borracho estabas
y me mirabas con culpa.
De esa que se siente
cuando el corazón está en una órbita
y el cuerpo en otra.

Tal vez tu cuerpo está en el campo
con los pajaritos, un perro gris,
flores naranja y el sol apabullante
...y tu corazón esté conmigo
palpitando al ritmo de un baile cercano
del que nunca hemos sido testigos
porque tú solo escribes, no bailas.

En mi sueño sonreías
borracho, en un amplio salón
con luces de neón fucsia
y una piscina en la mitad.

Como en realidad jamás pasaría
tu cuerpo se mecía mareado
y tus brazos colgaban de mi cuello.

En mi sueño bailabas, me mirabas
y borracho como en realidad jamás estarías
me besabas.

En mi sueño vivías en una pequeña habitación
con una puerta de madera, lujosa.
En  su interior había guitarras, tres butacas
y cuatro personas.
Me preguntaba si era tu propia habitación
o la pediste prestada para salir a bailar.

En mi sueño como en realidad jamás pasaría
me preguntabas, ¿me amas?.